viernes, 4 de mayo de 2018

El Perú que recibió a Indochine


No era fácil ser joven en la segunda mitad de la década de los 80s cuando se produjo la llegada de Indochine a nuestro país. En el Perú, en verdad, no se los esperaba como algo cierto pues Lima no era plaza para la llegada de conjuntos anglosajones y menos francoparlantes ante la crítica situación que atravesaba el país. Sólo contábamos con la visita de artistas en nuestro idioma.

En abril de 1988, cuando llegó Indochine, nuestro país vivía la guerra contra movimientos terroristas como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). El gobierno precedente de Fernando Belaúnde (1980 – 1985) y del presidente de entonces (Alan García) se mostraron ineficientes para derrotar a las huestes terroristas.

Los jóvenes tuvieron que acostumbrarse a los toque de queda. La medida se imponía para resguardar la seguridad de las calles durante las noches. Caminar por las calles de Lima significaba que en el momento menos pensado podías toparte con un enfrentamiento entre las fuerzas del orden y los terroristas. O tal vez oír la explosión de un “coche-bomba”. Muchas noches las pasamos literalmente “en vela” debido a que estos delincuentes derrumbaban torres de alta tensión y media ciudad se quedaba sin energía eléctrica.

Si bien es cierto que la crisis económica aún no alcanzaba las cotas de espanto que lograría en el mes de setiembre de 1988 en adelante (con los famosos “paquetazos” y la hiperinflación), para mayo de 1988 el inti (moneda nacional por entonces) no cesaba de devaluarse sostenidamente. Era un gran deseo de todos tener dólares, pues esta moneda valía más cada día. Cada día los precios subían y no hacían más que subir.

Por abril de 1988 muchos jóvenes teníamos que obedecer a los padres y madrugarnos para ir a comprar leche, pan o carne ya que eran productos que rápidamente desaparecían de las panaderías y supermercados. A los más jóvenes les podríamos decir que la situación era similar a la que hoy vive Venezuela, aunque sin Maduro, ni socialismos bolivarianos de por medio.

Más de un joven no obtuvo el permiso correspondiente de los padres para acudir a los conciertos de Indochine “por temor a que le pase algo”. Sin embargo, el loquerío juvenil de entonces fue tan contundente que los cuatro conciertos estuvieron repletos de una muchachada que salió a bailar y cantar con su grupo favorito.

El Amauta era por entonces el lugar por excelencia de los grandes espectáculos de los artistas más esperados, solo tenía la competencia de la Feria del Hogar que se desarrollaba entre julio y agosto. El Amauta fue el escenario que recibió a Indochine y que actualmente languidece como mudo testigo de glorias pasadas que nunca volverán. Ir a visitarla es para un fan de Indochine como una suerte de peregrinaje para revivir buenos tiempos.

Una impecable reconstrucción de lo que vivían los jóvenes limeños de esa época lo vemos en el film “Viaje a Tombuctú” de nuestra compatriota Rossana Díaz. No dejen de verlo pues incluye temas de Indochine como parte de su banda sonora.


Imagen atribuía a la acción terrorista que se apoderaba de varias ciudades del país en la década de los 80s.

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